Uno de los rasgos principales del comercio internacional actual es su capacidad para desplazar todo tipo de productos alrededor del mundo con relativa facilidad y rapidez. Es lo que ocurre con los productos alimentarios, que recorren miles de Km. para abastecer las necesidades de los países desarrollados, con grandes niveles de consumo. Así, podemos encontrar diariamente en nuestros mercados productos como frutas y verduras frescas de lugares tan lejanos y dispares como Perú, Chile o China.

Pero a la vez, la misma dinámica del mercado hace que nuestras mejores naranjas, fresas o pepinos recorran también largas distancias en busca de nuevos mercados; y esto, que aparentemente supone grandes ventajas para el consumidor en cuanto a que accede a un mayor abanico de opciones de compra, tiene una serie de repercusiones negativas sobre aspectos tales como el medio ambiente, nuestra salud, nuestras comunidades agrarias, nuestras papilas gustativas,…, lo que llega a poner en duda la sostenibilidad de este sistema.